domingo, mayo 18, 2008

Onírico 1 (del cuaderno rojo)

Estaba en un negocio y me acusaban de robar una colita para el pelo, de las anchas de lana. La chica que atendía me dice que me habían visto y entonces me deja de hablar. Yo me escapo corriendo y la gente me mira como sospechando y yo tengo puesta una tanga azul.
Después veo hacia adentro, desde la puerta de una pieza sin ventanas, donde están dos gordos con bigote, uno con barba y el otro sin, sentados en dos sillas alrededor de una mesa de madera. Ellos se admiraban mutuamente, pero sobre todo uno de los dos, que para acentuar su admiración le toca el brazo al otro. En un soporte metálico negro, desde el ángulo de la habitación opuesto a mí, hay un televisor. Yo veo que una presentadora de la Televisión Española informa sobre el paso de la tormenta perfecto por la costa argentina. Todo estaba devastado y se podían ver imágenes desde un helicóptero que sobrevolaba la zona. Los sobrevivientes habían fundado el gremio del claro de la tormenta perfecta.
En la filmación desde el helicóptero empiezan a verse más detalles de las casas destruidas en un country. Cada casa conserva su estilo arquitectónico en la forma y en el fondo de las piletas que están en sus respectivos patios. En una casa, con estilo Luis XV, similar a un castillo francés, se ve la destrucción y se ve que su pileta tiene, en el fondo, ventanas y demás adornos, del mismo estilo que el resto de la casa. En una ventana que no da a ningún lado, hecha en el fondo de la pileta, se ve una montaña de champignones. Los franceses dueños de la casa empiezan a comer los champignones con pan y se empieza a descubrir la cara color lila de un muerto bajo los hongos.

Disparos (Ensayo sobre las fotos)

La vida es un permanente juego de luces y sombras. La luz es necesaria, la sombra también. Una foto es un modelo a escala de la vida. Es un cuadro donde vemos lo que queremos ver, donde mostramos nuestro punto de vista, nuestro extraño y original proceso de visión selectiva, tratando que alguien entienda un sentimiento propio. si es que eso es posible.
Un día, pensando en la soledad, me dije: la soledad revela nuestras fotos internas. El ruido y la compañía constante nos revelan en negativo, ver al resto nos hace saber lo que no somos. La soledad y el silencio hacen que veamos el positivo de nuestra alma. La ausencia de comparación hace que nuestros colores propios se fijen en nuestro pensamiento y en nuestro corazón. Pero para toda foto es necesario un negativo para ver un positivo. Un negativo sin positivar es algo muy incompleto, y para que haya un positivo siempre tuvo que haber antes un negativo.
Ahora bien, si las fotos son un proceso selectivo y voluntario, y la soledad va revelando nuestras fotos internas ¿no será acaso la soledad nada más que encierro? ¿No será la soledad ese rato que nos tomamos para pensar en qué queremos que el mundo vea de nosotros? ¿No será el instante en que definimos que fotos van a ver la luz y cuáles no? ¿Serán nuestros sentimientos tan rudimentarios como fotos, organizadas en planos, ángulos y colores? ¿Serán nuestros sentimientos tan primitivos como todas las formas básicas que hay en una foto o en toda obra humana?