Para algo debo servir
Si me lo dicen y me lo dicen
Para algo debo servir
Ya sé que no es para romper, si
Ya sé que no es para cortar
Ni para dar un gran salto mortal
Creencias, recuerdos, olvidos, memorias
Sangre, leche, vino, madera y amor
Sé que son las palabras que tiene que tener la canción
Asi como sé que el corazón
Aprende por prueba y error
¡Qué filo tiene la cabeza!
¡Qué doble filo!
Exceso de razonamiento deductivo
¿Cómo puede ser que todavía me corte?
Si ya sé que ser soberbio o ignorante es lo mismo
¿Cómo puede ser que todavía no me corte?
¡Qué frágil sos, ay corazón!
¡Qué frágil sos!
Que oscuro equilibrio
entre sadismo y perfección.
Lo único realmente grave es la muerte
Quiero primero el clavel en la solapa
y después sentir el perfume del jazmín
jueves, noviembre 23, 2006
Ecos o El Día de la Música
martes, noviembre 07, 2006
Sin título 1
Imaginate una lámina gigantesca, como un plano, donde todas las vidas humanas, desde la primera hasta hoy en día, se representen como una línea de tiempo. Una cinta negra y finita, cuya longitud sea proporcional al tiempo vivido. Todas las vidas sobre un gran panel blanco. Y cada vez que dos o más vidas se cruzan (me refiero al tiempo que se ven), las cintas también lo hacen, en una longitud proporcional al tiempo del encuentro. Cerrá los ojos e imaginate las formas distorsionadas de las cintas, la infinita cantidad de cintas. Cintas largas, cintas cortas. Imaginate la infinita cantidad de cruces. Creo que es posible arrancando desde alguna cinta al comienzo llegar hasta alguna vida de hoy, eligiendo bien los cruces
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